25 oct 2013

MES MISIONERO - 25 OCTUBRE

25 DE OCTUBRE

ORACIÓN

Padre: me pongo en tus manos.
Haz de mi lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo,
con tal que tu plan vaya adelante
en toda la humanidad y en mí.
Ilumina mi vida con la luz de Jesús.
No vino a ser servido, vino a servir.
Que mi vida sea como la de él: servir.
Grano de trigo
que muere en el surco del mundo.
Que sea así de verdad, Padre.
Te confío mi vida. Te la doy
con todo el amor de que soy capaz.

Me pongo en tus manos, sin reservas,
con una confianza absoluta
porque tú eres...
mi Padre.
(Charles de Foucauld)

EVANGELIO DEL DÍA (Lucas 12,54-59)

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: "Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?
Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo."

TESTIMONIO MISIONERO
ZIMBABWE: SABIDURÍA DE UNA ANCIANA AFRICANA

Un día que celebré la Eucaristía en la escuela de Makwándara con la pequeña comunidad cristiana, al acabar me dijeron: “Hay una señora, muy vieja, que quiere bautizarse”. Cogí la moto y fui al poblado en cuestión, a ver a la anciana.
Al llegar al poblado, vi a una señora muy mayor, sentada en el suelo, junto a una de las chozas. Me senté junto a ella y, después de los saludos y las frases de rigor, quise entrar en materia: “Me han dicho que quieres bautizarte”. “¿Bautizarme? No; eso es mi madre”. Al oírlo, pensé que, si ella parecía ya bastante mayor, ¡Cómo sería su madre!
“¿Está tu madre?” “Sí; está dentro de la choza”. (Este mismo hecho ya indica que era muy vieja, pues lo normal es que durante el día hagan toda la vida al aire libre). La señora, en efecto, parecía muy mayor. Sorda como una tapia. Y con la dificultad añadida que no hablaba Nambya, que es la lengua que yo manejo mejor. Hablaba Dombe, que, aunque yo puedo entender algo y chapurrear los saludos, realmente no lo hablo. Así que nos hizo de intérprete su nieta, que era católica. Además, aparte de conocer perfectamente las dos lenguas, sabía cómo hablar junto a la oreja de su abuela, de modo que la oyera.
Empecé mi diálogo con la señora. Para saber por qué quería bautizarse, y si tenía al menos el conocimiento mínimo acerca de Jesucristo y de lo que supone ser cristiano. “¿Tú crees en Dios?”. “Por supuesto. No hay nadie que no crea en Dios”. Y así sucesivamente una serie de preguntas y respuestas. Siguiendo un tanto mecánicamente las preguntas básicas del catecismo, le pregunté: “¿Y dónde está Dios?” Yo esperaba, más o menos, lo clásico del catecismo: Dios está en el Cielo, en la Tierra y en todas partes... pero la respuesta de la vieja me asombró y me dejó impresionado.
El cura pregunta en Nambya: “¿Mwali uko kupi?” La nieta traduce al Dombe: “¿Leza uli kuli?” La vieja se toma su tiempo de reflexión antes de contestar, y responde: “¿Dónde está Dios? Yo no sé dónde está Dios; pero Él sabe dónde estoy yo. Yo no le veo con mis ojos, pero Él me ve a mí”.
¡Toma teología profunda de la vieja de Makwándara! Nosotros, de formación intelectual y racionalista, queremos saber y explicar todo. Entender perfectamente cómo es Dios, dónde está, qué relación tiene con nosotros, cómo podemos llegar a Él. De algún modo -pienso yo- queremos controlar a Dios, tener todo “atado y bien atado”. Y la buena señora, pagana y analfabeta (aunque cargada de años y de sabiduría, y rodeada evidentemente de una vida cristiana a su alrededor), nos enseña con su profunda simplicidad: “No sé dónde está Dios (ni me importa). Pero me basta comprender que El sabe dónde estoy yo; El me conoce y cuida de mí”.
Desde aquel día he rumiado muchas veces la sabiduría profunda de mi vieja amiga de Makwándara, Los misioneros solemos decir que en la misión, más que enseñar nos toca aprender; y que la gente sencilla e “ignorante”, incluso los paganos, iluminan nuestra fe y nos facilitan el camino hacia Dios. Ojalá estuviésemos siempre abiertos a escuchar y aprender de los pobres y sencillos, Los pobres nos evangelizan, incluidos los de Makwándara.

(Agustín Moreno Muguruza, del IEME, Dete, Zimbabwe)

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